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[escepticos] business is business (o "la pela es la pela") ...
Hola:
Este artículo ha aparecido en EL PAÍS de hoy...
Saludos,
JavierB
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El negocio de la espiritualidad
JUAN-JOSÉ TAMAYO es teólogo.
La espiritualidad ha entrado en los círculos comerciales y se ha
convertido en un ingente negocio que, según datos tomados de Wall
Street Journal, mueve mil millones de dólares. El mundo empresarial ha
descubierto su poder e invierte en espiritualidad esperando conseguir
pingües beneficios a muy corto plazo. Tres fenómenos se mueven en esa
órbita: los grupos de autoayuda, que cuentan con una amplia difusión;
los movimientos de la 'Nueva Era', que invaden el mercado religioso y
cultural, y las nuevas manifestaciones de la magia, que desembocan en
una credulidad laica. Son tres ejemplos de perversión de la
espiritualidad hasta límites insospechados.
Los grupos de autoayuda se presentan como formas de realización
integral de la persona y cauces privilegiados para el logro de su
equilibrio emocional. Pero eso es sólo la apariencia, la intención
confesada. Sin embargo, su objetivo en muchos casos es el estímulo
para un mayor rendimiento y la consecución de mejores resultados en el
ámbito laboral dentro de la competitividad que impone el mercado
mundial.
La 'Nueva Era' es, según la certera observación del historiador de las
religiones Giovanni Filoramo, una etiqueta creada por razones
preferentemente mediáticas, que comprende experiencias heterogéneas
desde el channeling o comunicación con maestros superiores y espíritus
hasta las artes curativas conforme a la creencia tradicional del
origen espiritual de la enfemedad. Estamos ante una reinterpretación
del espiritismo de hace dos siglos.
El mundo de la magia tiene un fuerte arraigo no tanto en el terreno de
las creencias religiosas tradicionales cuanto en el imaginario
colectivo de las sociedades occidentales laicas. Se extiende la
'cultura de los horóscopos' con el apoyo de no pocos medios de
comunicación y crece en proporciones insospechadas el número de
personas que los consultan a diario y se rigen ciegamente por sus
previsiones. El individuo renuncia así a su libertad de elección y se
pone en manos de las fuerzas del destino. Lo que entre muchas personas
comienza como un juego o una distracción, con el paso del tiempo se
convierte en una especie de imperativo categórico a seguir. Las
consultas de los videntes, cartomantes, magos y adivinos cuentan cada
vez con más clientes en busca de mensajes optimistas que alivien las
tensiones y los conflictos de la vida. El alivio, empero, es pasajero
y se torna frustración en cuanto la persona se enfrenta con la dura
realidad cotidiana. Los honorarios por las consultas de este tipo no
suelen estar sometidos a regulación alguna y pueden constituir una
forma de extorsión económica legitimada socialmente y no controlada
por las instancias correspondientes.
Estas creencias no conocen edades ni clases sociales. A ellas se
adhieren personas acomodadas en busca de mejoras 'existenciales' y
personas desfavorecidas para encontrar una salida a su vida sin
futuro. No faltan jóvenes, incluso no creyentes, que se instalan en
ese mundo sin experimentar contradicción alguna. Según una encuesta
del Instituto de la Juventud, el porcentaje de jóvenes españoles que
cree en adivinos, 'profetas' y enviados ha subido en cinco años 7
puntos, pasando del 15% en 1995 al 22% el 2000.
Estas manifestaciones demuestran que se ha producido un desplazamiento
múltiple: de la creencia crítica que caracterizó el fenómeno religioso
de las décadas anteriores a la credulidad acrítica; de la gratuidad de
la experiencia religiosa que definió los movimientos espirituales
alternativos al interés crematístico que define hoy nuestra cultura;
de una fe movilizadora de las conciencias y de las energías utópicas a
una fe pasiva y alienante; de la relación directa con la divinidad a
la comunicación a través de múltiples mediadores, guías espirituales,
gurus, etc.
El negocio de la espiritualidad constituye una de la más graves
manifestaciones de la perversión de lo sagrado, como ya viera Marx con
especial lucidez. Corruptio optimi, pessima.
Pero ésta es sólo una cara del actual clima religioso. Junto al
mercantilismo de la espiritualidad asistimos hoy al renacimiento de la
mística como tema de estudio y como experiencia religiosa.
En los estudios sobre el fenómeno místico se ha producido un cambio de
escenario. Hoy no es sólo ni principalmente la teología la que se
ocupa de dicho fenómeno. Son también las diferentes ciencias humanas y
de la religión las que investigan sobre él en sus aspectos
antropológico-sociales y le conceden especial importancia en nuestra
cultura. Ha cambiado también la perspectiva de los estudios, que deja
de ser confesional y apologética y se torna crítica y laica. Ambos
cambios dan como resultado una modificación sustancial en la
concepción de la mística y en la imagen de los místicos.
La mística ha sido presentada como un fenómeno antiintelectual y
antirracional, que se mueve en la esfera puramente emocional. Sin
embargo, los más recientes estudios interdisciplinares parecen
desmentirlo y las experiencias religiosas profundas muestran que la
mística compagina sin especial dificultad el intelecto y la
afectividad, la razón y la sensibilidad, la experiencia y la
reflexión, la facultad de pensar y la de amar.
Si otrora se ponía el acento en el carácter ahistórico, desencarnado,
puramente celeste y angelical de la mística, hoy se subraya su
dimensión histórica. La mística tiene mucho de sueño y se mueve en el
mundo de la imaginación, es verdad, pero el sueño y la imaginación
están cargados de utopía. Y, como dice Walter Benjamin, la utopía
'forma parte de la historia', se ubica en el corazón mismo de la
historia, mas no para acomodarse a los ritmos que impone el orden
establecido, sino para subvertirlo desde sus cimientos; no para
quedarse a ras de suelo, sino para ir a la profundidad.
A la mística se la ha acusado de huir de la realidad como de la quema
y de recluirse en la soledad y la pasividad de la contemplación por
miedo a mancharse las manos en la acción. Pero eso es desmentido por
los propios místicos y místicas, como la carmelita descalza Cristina
Kauffmann, para quien la mística 'es el dinamismo interno de toda
actividad solidaria y creativa del cristiano. Crea personas de
incansable entrega a los demás, de capacidad de transformación de las
relaciones interpersonales'.
Los místicos y las místicas aparecen, a los ojos de la gente, como
personas excéntricas, pacatas, conformistas, integradas en el sistema.
Sin embargo, su vida se encarga de falsar esa imagen. En realidad, se
comportan con gran libertad de espíritu y acusado sentido crítico. Son
personas desinstaladas, reformadoras y con capacidad de desestabilizar
el sistema, tanto religioso como político. Por eso resultan la mayoría
de las veces tan incómodos para el poder que no puede controlarlos.
Son sospechosos de heterodoxia, de rebeldía y de dudosa moralidad. Por
eso, con frecuencia son sometidos a todo tipo de controles de
ortodoxia por parte de los inquisidores, de fidelidad institucional
por parte de los jerarcas, de integridad moral por parte de los
cancerberos de la moralidad. Y no cabe extrañarse, porque así ha sido
siempre. Baste recordar a dos de los más relevantes místicos del
cristianismo: san Juan de la Cruz, encarcelado por los enemigos de la
reforma carmelitana, y al maestro Eckhart, cuyas doctrinas fueron
condenadas después de su muerte.
La experiencia mística es objeto de revalorización fuera del ámbito
religioso. El filósofo Henri Bergson la considera la esencia de la
religión. Para el psicólogo William James, la raíz y el centro de la
religión personal se encuentran en los estados de conciencia místicos.
El científico Albert Einstein, nada sospechoso de apologista de la
religión, ve en la mística la más bella emoción del ser humano y la
fuerza de toda ciencia y arte verdaderos, y llega a afirmar: 'Para
quien esta experiencia resulte extraña, es como si estuviera muerto'.