Estimada Corrala: Suelo
incordiar poco; por esta razón espero que sepáis disculpar este
off-topic. Si
alguien recuerda “Cabaret”, y rememora aquella escena en el albergue alpino en
el que un jovencito nazi canta una canción y el público se va enardeciendo,
mientras un primerísimo plano va mostrándonos un viejecito con gafas de montura
metálica, a lo Trotsky, y recordáis aquella expresión de quasi infinita
amargura, tendréis una imagen de mi ánimo ante lo que se cierne sobre la vieja
Europa. Desde
Dakar hasta Luzón, y desde el corazón de Europa, como inmigrantes, hasta
prácticamente el ecuador, mil millones de personas se están, como en aquel
albergue, enardeciendo. No faltan ni arengas, ni motivos, ni agravios, ni
oscurantismo, ni, desgraciadamente, una religión que los aglutine, embauque y
los lance a una más que previsible catástrofe. Pero no
es el desenlace lo que me horroriza. No es la meta, sino el camino. Por que ese
camino pasa por Europa. El Mediterráneo una vez más. Y
van.... Si me
permitís un paralelismo traído por los pelos, nuestros dimes y diretes acerca de
robots, consciencias, números y cosmologías mil, reflejados estos últimos días
en la Corrala, me recuerdan las discusiones acaecidas a principios del segundo
milenio, tras las murallas de Constantinopla. Poco después, y a partir de
entonces, ya nada sería igual. Ni el nombre. Tengo la
plena seguridad, dado el nivel intelectual que vengo observando en este año que
conozco esta corralera comunidad, que no estoy descubriendo nada que os pueda
sorprender. Supongo que estáis intentando distraer vuestra atención en
otras cuestiones más gratificantes, como yo debería hacer, si
pudiese. En fin:
si hace días comentaba en un correo mis dudas en torno al desgraciado suceso de
las WTC y sus implicaciones, ahora ya no me queda la menor duda: estamos
ciertamente en los albores de otra guerra. Y no nos queda ni el consuelo de que
las anteriores cruzadas las empezasen ellos. Siempre somos nosotros, y en
ocasiones embaucados (y embarcados)
por mercenarios desleales, como es en esta ocasión. Una vez
más tendré que refugiarme en Mozart. Perdonad
al plañidero... Saludos Ramón
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