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[escepticos] "Los científicos no lo admiten, pero la energía está ahí"



Hola,

bueno, ya que tenemos una semana guerrera, en la que nos conminamos unos a 
otros a empezar a actuar, aquí va una primera versión de lo que podría ser 
un manifiesto contra los programas-circo del tipo de "Otra Dimensión". He 
partido del caso del que hablábamos el otro día, para a partir de ahí 
tratarlo de manera más general.

Me gustaría que siguiese una filosofía de alguna manera de tipo GPL, es 
decir, cualquiera puede aportar modificaciones, preferiblemente 
consensuadas, y sumarse a la lista de autores. Para sumarse a la lista de 
apoyos, por supuesto, sólo hay que hacer eso: sumarse. Confío en que Pedro 
Luis Gómez Barrondo lleve el tema de la recogida de apoyos e hipotética 
distribución, según se ofreció el otro día.

Quisiera consultar un par de cosillas que me habría gustado conocer antes 
de escribir: ¿alguien sabe a qué se dedicaban los dos "expertos" que había 
el otro día en el programa, además de Blake? Creo recordar que uno era 
parapsicólogo, pero no estoy seguro de lo que era la mujer (con toda 
seguridad bruja o médium, pero me gustaría asegurarme, y así poner estos 
datos en el primer párrafo). Y la otra: ¿hasta qué punto es cierto eso de 
que estos programas realizan reiteradas invitaciones a escépticos para 
participar en el circo? Lo que he escrito lo he hecho basándome en lo que 
decía el otro día Pedro Luis, pero me gustaría confirmar que así ha 
ocurrido en otros casos.

Bueno, pues eso, que espero sugerencias y/o adhesiones:


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"Los científicos no lo admiten, pero la energía está ahí"

El pasado lunes día 21 de Octubre, el programa de emisión semanal "Otra 
Dimensión", de Antena 3, debatía sobre la existencia de los fantasmas. 
Además de un público mayoritariamente deseoso de relatar sus fabulosas 
experiencias paranormales, tres invitados desempeñaban el papel de 
"expertos": por un lado dos crédulos redomados, fervientes defensores de la 
existencia de los fantasmas, y por otro el Mago Blake, a priori encargado 
de ofrecer la visión racional del tema a tratar. La alternativa que esta 
persona defendió, en oposición a los fantasmagóricos testimonios 
presentados, puede condensarse en una frase suya, la que da título a este 
manifiesto: "Los científicos no lo admiten, pero la energía está ahí". 

Al parecer, está fuera de toda duda el hecho de que en algunas casas se 
caigan al suelo los objetos sin que nadie los toque (y sin que estén 
apoyados en superficies inclinadas, queremos entender), pero la culpa de 
ello no la tienen los fantasmas y/o espíritus burlones, sino la "energía 
residual que se nos escapa de los dedos cuando estamos nerviosos o 
enfadados". Para que todo quedase claro, el colofón al programa lo puso el 
propio Blake con un truco de magia en el que "demostraba" su teoría 
energética fotografiando el pensamiento de una mujer, y después, mediante 
un ejercicio de concentración (probablemente para canalizar mejor sus 
energías residuales), plasmando su propia imagen en la película fotográfica 
con el objetivo de la cámara tapado. Al contrario que otras veces, en las 
que es evidente que su actuación persigue desmontar argumentos engañosos, 
en esta ocasión se sirvió del truco para reforzar su ridícula teoría, 
aprovechando su autodenominada condición de "mentalista" para dotar de 
credibilidad al experimento. Le salió bien: hubo quienes se lo creyeron, y 
el programa acabó sin que nadie les advirtiese de que todo aquello había 
sido un montaje.

Podría argumentarse que Anthony Blake es mago de profesión (o "mentalista", 
vale...), y que por lo tanto se limita a hacer lo que se espera de él, en 
cuyo caso las críticas deberían dirigirse a los responsables del programa, 
por no invitar a nadie que realmente esté en condiciones de ofrecer 
explicaciones racionales avaladas por la Ciencia. Y sin embargo, lo cierto 
es que en eso también el programa es inocente, puesto que ha invitado 
numerosas veces a informados escépticos y científicos que sin duda 
desempeñarían con éxito la tarea que reclamamos, ofrecimientos que, en la 
inmensa mayoría de los casos, son rechazados sistemáticamente. Y esto 
ocurre no sólo con el citado programa, sino que esta situación se hace 
extensiva a prácticamente todos los espacios televisivos en los que se 
tratan los llamados fenómenos paranormales.

¿Cómo se pueden quejar entonces los escépticos de la ausencia de opiniones 
racionales, si precisamente son ellos quienes deberían defenderlas, y sin 
embargo se niegan a ello? Basta con observar unos minutos cualquiera de 
esos debates para entender la explicación: todo vale con tal de entretener 
al espectador. O sea, como en el circo, pero más realista: algunos payasos 
aquí se creen su actuación. 

En este país, en el que la Ciencia es continuamente condenada a un segundo 
plano tanto por las autoridades como por los medios de comunicación, un 
espectáculo de ese calibre nos escandalizaría mucho más si no estuviésemos 
ya acostumbrados a ello, y por extensión casi insensibilizados. Pero 
imaginemos por un momento que alguien se atreviese a programar un debate 
sobre, por ejemplo, Quevedo, y que, en lugar de invitar solamente a 
verdaderos conocedores de su obra (gente que hablase con rigor y 
conocimiento de causa), llevase allí además a un variopinto público con el 
ánimo y el derecho a intervenir, dispuesto a competir a ver quién dice la 
mayor animalada: "pues yo creo que Quevedo no escribía esas obras, sino que 
lo hacía su vecino el del tercero", o "he estudiado sus escritos con mi 
Estudiotrón-2000, que yo mismo he inventado, llegando a la conclusión de 
que contienen mensajes ocultos que insultan a Góngora en griego y arameo", 
todo ello sumado a un moderador claramente posicionado a favor de éstos: 
"aquí todas las opiniones son igual de respetables". Imagínense la cara que 
pondrían el director de la Biblioteca Nacional o el catedrático de 
Literatura de turno al que le tocase aguantar semejantes disparates. Sería 
tan escandaloso que, probablemente, rodarían cabezas entre los responsables 
del programa, sobre todo si se tratase de la televisión pública.

Sin embargo, por muy increíble que debiera parecer, tenemos que aguantar 
casi a diario, entre la televisión y la radio, sean públicas o privadas (y 
no hablemos ya de algunas revistas), bochornos del calibre del ejemplo 
expuesto. Pero en este país parece que la Ciencia lo ha de aguantar todo. 
La Ciencia para los científicos, con sus ecuaciones y sus teorías que nadie 
entiende: aquí estamos hablando de contactos con el más allá, algo que se 
escapa del conocimiento de esos listillos que creen que lo saben todo. 
Además, este señor dice que los habitantes del planeta Pegaso nos mandan 
mensajes de paz a través de su propia escritura, y nos lo acaba de 
demostrar entrando en trance delante de todo el mundo: ¿cómo explica usted 
eso?

En los últimos años se ha hablado mucho de "telebasura", refiriéndose 
fundamentalmente a "reality-shows" y sus diversas variantes, como 
consecuencia del escaso aporte cultural que ofrecen a sus espectadores. 
Quizá, si admitimos también valores negativos para calibrar el aporte 
cultural de un programa, sería justo proponer una redefinición del concepto 
de "telebasura".

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Saludos,

David de Cos