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[escepticos] Unidad Alavesa



Hola,

hoy publican en La Razón un interesante (y sorprendente, al menos para mí) 
artículo los dos principales dirigentes de Unidad Alavesa, tradicional socio 
del PP en Euskadi:

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Tentaciones peligrosas: el 155

Ernesto Ladrón de Guevara es secretario de Política Institucional y portavoz 
en las JJGG de Álava de Unidad Alavesa.
M. Enriqueta de Benito Bengoa es secretaria general de Unidad Alavesa y 
parlamentaria vasca.

En febrero de 2000, ETA asesinó en Vitoria a Buesa y su escolta Jorge Díez. 
Aquello fue la ruptura, hasta hoy, entre nacionalistas y no nacionalistas. En 
Madrid, el alto estado mayor del PP optó por una campaña mediática para 
convocar, anticipadamente, elecciones al Parlamento vasco. Quién sabe si, 
además, se quería que Mayor Oreja dejara el Gobierno y se la jugara en el 
País Vasco.
   Lo que sí es verdad es que fue la historia de un fracaso. Se podía haber 
optado, entonces, por aplicar el famoso artículo 155 de la Constitución, y no 
se hizo, a pesar de estar justificado por Lizarra y por ETA. Se apostó por 
resolver la situación con más democracia, sobre la base de elecciones en las 
que se hizo lo posible por movilizar al máximo el cuerpo electoral de los 
ciudadanos vascos. Y se perdió...
   Aquel resultado electoral de 2001 sorprendió a muchos, desalentó a otros, y 
encumbró a la generación Ibarretxe al poder y al prestigio en el PNV, 
apartando a gentes como Ardanza, Arregui, incluso puede que a Arzallus.
   Hoy, con ETA muy incapacitada, con HB ilegalizada, con todo el entramado 
económico-político-social del entorno político etarra declarado terrorista, 
sólo queda la actividad parlamentaria y gubernamental que controla, 
legítimamente PNV-EA-IU.
   Cada vez que hay una crisis con el nacionalismo vasco siempre hay alguien 
que reclama impetuosamente la aplicación del artículo 155 de la Constitución 
que permite dejar sin efecto alguna área de gestión autonómica o suspender la 
autonomía para proteger los intereses generales de los españoles u obligar al 
cumplimiento de la legalidad vigente.
   Ahora también vuelven algunas voces, con motivo del plan secesionista de 
Ibarretxe, o si se prefiere de independencia camuflada bajo el manto etéreo 
de la libre adhesión. Vienen con esa historia de la supresión de la autonomía 
in extremis porque son incapaces de formular una alternativa al denominado 
plan, salvo recalcar de forma aburridamente reiterativa que la Constitución y 
el Estatuto son inmutables, como si cualquier obra humana como es el derecho 
positivo no fuera modificable.
   Recurrir al 155 para responder al Plan Ibarretxe supone declarar un estado 
de excepción en el País Vasco, sentar un precedente para cualquier otra 
Comunidad que haga uso, aunque sea indebido, de sus facultades para legislar, 
amenazándole con la disolución de sus instituciones privativas de 
autogobierno.
   Hay unos argumentos, usados por el nacionalismo insistentemente, que tienen 
bastante fuerza en sí. Al cual los grandes partidos constitucionalistas son 
incapaces de replicar con razón, que es que los ciudadanos son los que tienen 
la última palabra, que no hay por qué evitar el debate y que hay una serie de 
generaciones de ciudadanos jóvenes que no tenían el derecho al voto cuando se 
promulgó la Constitución y el Estatuto. Esas razones tienen suficiente peso 
argumental como para llevarnos a afirmar a quienes tenemos el deber de hacer 
políticas en positivo para los ciudadanos que debemos coger necesariamente el 
guante de ese reto si no queremos ser sojuzgados de poco democráticos. La 
también razón argumental de peso de que en Euskadi no hay libertad para la 
mitad de los vascos no debe ser obstáculo para que se plantee someter al 
veredicto popular las propuestas que haya sobre la mesa para que la sociedad 
vasca decida.
   No hay pueblo vasco como afirman los nacionalistas, como no hay nación, 
pues no hay etnias ni comunidad con elementos diferenciadores suficientes 
como para afirmar que exista pueblo distinto al del resto de los españoles, 
de la misma manera que no hay una historia ni una cultura claramente 
diferenciada. No hay más que comprobar que sólo el 30 por ciento de la 
sociedad vasca usa el euskera y pocos más lo saben más allá del uso del 
léxico más común.
   Sí hay ciudadanos vascos diferenciados por comunidades naturales definidas 
por instituciones privativas acuñadas por el paso de los siglos. Hay 
comunidades forales, hay territorios forales con usos y tradiciones que 
arrancan de la Baja Edad Media.
   Por tanto, no hay razón para negarse al uso democrático del voto.
   Ahora bien, de la misma manera que el PP del Sr. Aznar se niega 
sistemáticamente a buscar vías que no sean la aplicación del 155 en última 
instancia, el PNV y sus acólitos también se niegan a admitir el derecho de 
las comunidades naturales forales a ser consultadas de forma no vinculante 
entre sí. Y no sólo sobre el Plan Ibarretxe sino sobre la posibilidad ¬¿por 
qué no?¬ de formar entes autonómicos diferenciados. Nosotros nos someteríamos 
con gusto a una consulta popular que, además de plantear el Plan Ibarretxe, 
ofreciera la posibilidad a los ciudadanos de alcanzar un nuevo ámbito de 
soberanía compartida con España como pudiera ser una Comunidad Autónoma de 
Álava separada del instrumento por antonomasia para el independentismo en el 
que se ha convertido ¬por manipulación¬ el Estatuto de Guernica. Cabrían 
otras muchas fórmulas como someter al único ámbito constitucional de 
soberanía que es la ciudadanía española la consulta sobre qué hacer con 
Euskadi, si darle la independencia o disolver esa Comunidad como remedio 
paliativo, y muchas otras opciones siempre bajo el signo democrático. Pero la 
aplicación del 155, que deja sin efecto total o parcialmente la autonomía 
vasca, trae más riesgos y perjuicios que beneficios. No hay más que ver el 
efecto hipnótico que tiene la formulación nacionalista sobre la mitad de la 
sociedad vasca para comprender que es una solución descabellada. A nadie con 
sentido común se le ocurriría salvo que se prevea un Estado de Excepción para 
cortar de raíz el problema vasco. De soluciones radicales tenemos muy 
sangrientas y frustrantes experiencias en la historia española. Por si acaso 
no nombremos la bicha no sea que retrocedamos a tiempos de los que no 
queremos acordarnos.
   Reclamar más autogobierno, más autonomía, más competencias, más capacidad 
para resolver, a la vasca, los problemas sociales de los ciudadanos de 
Euskadi, no debe escandalizar a nadie. Como tampoco que algunos deseemos que 
Álava sea una Comunidad Foral de Navarra, con Estatuto propio, diferentes de 
los planteamientos del PNV para una Euskadi independiente. Incluso, puede ser 
la salida para la incomodidad de los alaveses, obligados a formar parte de un 
conflicto que no quieren tener. 
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Saludos,

David de Cos