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Re: [escepticos] RE: Temas varios



Quiero hacer unos últimos comentarios en relación al ?yeti? y a  la
criptozoología.

Efectivamente, los sherpas tienen una visión del mundo similar a la de los
europeos durante la Edad Media, pero su testimonio en relación al tema,  es
solamente una parte de la historia, que surgió de europeos. No todas las
supuestas observaciones son de sherpas. Una de las primeras referencias fue
entregada por el mayor Lawrence A. Waddell en 1887; en 1906 un botánico
llamado M.H.J. Elwes dijo haber visto a un ejemplar corriendo sobre una
cresta; en 1915 J. R. P. Gent dirigio una carta a la Sociedad Zoologica de
Londres y que se publico en sus Proceedings (?On the possible Existence of a
large Ape, Unknown to Science, in Sikkim?, Proc. Zool. Soc. Lond. 1915, pág.
294). En 1920 hay un testimonio de Hugh Knight, en 1923 los miembros de una
Expedición al Everest afirman haber visto "grandes hombres desnudos y
velludos corriendo en un campo de nieve a 5.100 m." En 1925 está el
testimonio de A. N. Tombazi, miembro de la Royal Geographical Society, en
1931 el coronel de la RAF E. Bentley Beauman descubre huellas cerca de las
fuentes del Ganges. En 1936 el botánico y geografo Ronald Kaulback descubre
huellas a 4.800 m. En 1937 J. W. Tilman describió huellas de tipo humanas.
El mismo año las describió John Hunt  y en noviembre de 1951 las fotografió
Eric Shipton, al año siguiente las fotografio la expedición suiza dirigida
por Wyss-Dunant.En 1956 John Keel afirma haber seguido una pista durante dos
días y haber visto finalmente a un ejemplar en una marisma, en 1972 el
zoologo norteamericano Edward W. Cronin descubrio huellas a 3.600 m de
altitud, similares a las de Shipton. En 1974 los escaladores de una
expedición polaca encontraron huellas de 35 cm en la base del Everest y el
jefe del equipo, Andrew Zawada comentó "en mis 29 años de experiencia de
escalador en Europa y Asia he visto muchas huellas de oso pero lo que vi en
la base del Everest me hace creer en la increible" (Daily News 20 marzo
1975, Dayton, Ohio)  etc.

Una discusion sobre las posibles pruebas materiales de la existencia del
"yeti" pueden encontrarse en el capítulo 15 ("Quelques objets
embarrassants") de "Hommes des Neiges et Hommes des Bois", del zoologo Ivan
Sanderson, Editorial Plon, Paris, páginas 344-370, 1961. Sobre posibles
"cagada o un mechón de pelo" de supuestos yetis, puede leerse "Analysis of
Feces and Hair suspected to be of Sasquatch Origin", Vaughn M. Bryant y
Burleigh Trevor-Deutsch, en ?Manlike monsters on Trial: Early Records and
Modern Evidence? de Marjorie M. Halpin y Michael M. Ames (eds.), University
of British Columbia Oress, 1980. Según Ivan Sanderson (libro mencionado), en
excrementos de supuestos yetis se han encontrado nemátodos parásitos del
género Trichuris, de especie desconocida. Una fotografía de huevo de
parásito desconocido aparece enuna lámina frente a la página 257.

Rafael Budría escribió: ?En el empeño de sustentar la hipótesis te has
dejado la posibilidad de que muchas pruebas a favor de la existencia del
Gigantopithecus (que es muy posible que los que las aportaron no pensaran en
un simio, sino en otra cosa: el Yeti) están falsificadas. Sólo nos has
comentado que hay muchas pruebas a favor y, aquí entra en juego el
escepticísmo, el que debe demostrar que esas pruebas son válidas (dado que
este tema es tan extraordinario y pululan charlatanes) eres tú?.

Si las leyendas del yeti tienen una base real, una de las posibilidades es
que se trate de una pequeña poblacion de Gigantopithecus que aún subsistiera
en una zona relativamente aislada. Por supuesto que no podemos asegurar que
Gigantopithecus aún viva. Es un buen candidato porque habitó la misma zona,
tenía grandes dimensiones y vivió hasta hace unos pocos cientos de miles de
años. La existencia de Gigantopithecus se conoce desde 1935, cuando
Koenigswald describió a G. blacki basándose en dientes fósiles encontrados
en China. Posteriormente se encontró otra especie, G. bilaspurensis, de la
India. Hay quienes suponen que el ?yeti? podría tratarse de una población de
Hombres de Neanderthal, cuyo registro fósil llega hasta hace apenas 35.000 años.

Rafael Budría continúa: ?Mi idea es la de por qué empeñarse en buscar ni
siquiera posibilidades a la existencia del gigantopiteco. Al fin y al cabo
el mismo talento se puede emplear en buscar plausibilidad a la existencia de
un dientes de sable "fósil viviente" blanco en los hielos antárticos, pero
nadie lo hace?.... ?sin embargo, me gustaría que me dijeras si la existencia
del dientes de sable blanco es menos probable que la del Gigantopithecus y
por qué.?

Si existieran decenas de relatos de personas que vuelven de la Antártida
asegurando que han visto a un carnívoro que describen como un león o un
tigre de color blanco y de largos colmillos, si a eso se agregara una
leyenda entre nativos de la zona concordante con lo anterior, fotografías de
huellas de tipo felino, excrementos y pelos supuestamente dejados por el
mismo animal, podríamos, por supuesto, estar discutiendo si los tigres
dientes de sable pudieron sobrevivir adaptándose a la vida en esos parajes.
Y en ese hipotético caso yo estaría planteando la posibilidad de que fuese
en realidad un gran marsupial carnívoro. Los típicos ?dientes de sable? del
género Smilodon y similares vivieron en el Plio-Pleistoceno del Viejo Mundo
y Norteamérica, por lo cual sería muy dificil que hubieran colonizado la
Antártida. En cambio, en Sudamérica existieron marsupiales carnívoros con
?dientes de sable? como Borhyaena y Thylacosmilus, este último del Plioceno.
Opinaría además que el color blanco aparece fácilmente por mutaciones del
tipo albinismo en diversos grupos animales y si la población vive en el
hielo puede fijarse evolutivamente con rapidez, lo cual explica que existan
numerosos organismos blancos en los polos (o amarillento como el ?oso
blanco?). Por último esperaría que se capturara algun ejemplar para
afirmarlo definitivamente.

Rafael Budría agrega: ?Por último, a mi juicio el que en el pasado se hayan
encontrado especies como el celacanto no apoya en absoluto la hipótesis del
Gigantopithecus, y es posible que sea más bien al contrario, ya que nadie
decía que había visto celacantos anteriormente, nadie tenía excesivo interés
en encontrarlo, simplemente lo encontraron?.

El caso del ?celacanto? apoya la hipótesis del Gigantopithecus en un sentido
muy claro: no se puede asegurar que determinado tipo de organismo no pueda
seguir existiendo porque se conoce en el registro fósil hace muchos millones
de años. El registro fósil es muy incompleto, y cuando en 1938 se encontró
el primer celacanto vivo todos los zoólogos y paleontólogos de vertebrados
pensaban que no había ninguna posibilidad de que hubiese un crosopterigio
vivo. Según Michael Benton (Paleontología y Evolución de los vertebrados
1995, Perfils Editorial, Pág. 39) ?los celacantos surgieron en el Devónico y
están representados en el registro fósil hasta el Cretácico superior, cuando
se pensaba que se habían extinguido?. Es decir, se suponía que se habían
extinguido junto con los dinosaurios, hace 65 millones de años!. Debe
advertirse que el caso del celacanto no es el único, en muchos otros casos
se descubrieron ejemplares vivientes de grupos que se conocían previamente
solo por el registro fósil (que ya hemos mencionado, como el takahe, o
Notornis de Nueva Zelanda, los marsupiales microbioterinos de Sudamérica,
los crinoideos o lirios de mar, moluscos del género Neopilina, al delfin
conocido como "falsa orca descrito como fósil por Cuvier, al marsupial
Burramys, un pecarí paraguayo descrito como fosil por Ameghino, etc.). Si
?nadie decía que había visto celacantos anteriormente? o no, es algo
secundario, aunque podríamos pensar que si se descubrió un enorme pez en una
zona en que nadie hablaba de él es más probable que exista otro gran animal
donde si hay testimonios de supuestas observaciones. Es interesante conocer
la historia del descubrimiento del celacanto, porque es muy instructiva al
respecto: el hallazgo ocurrio el 22 de diciembre de 1938 y el Capitán Goosen
tuvo la buena idea de hablar con la conservadora de un Museo sudafricano,
Marjorie Courtenay-Latimer, quien a su vez  envio un esquema al ictioólogo
J.L.B. Smith, quien lo describió (J.L:B.SMITH 1940 ?A Living Coelacanthid
Fish from South Africa, Transactions of the Royal Society of South Africa
28(1, part 1), 106 pp + 44 láminas y figuras; H. FRICKE 1988 ?Coelacanths,
The fish that Time Forgot?, National Geographic 173(6):824-838). A. Senet
cuenta que el profesor Smith fue a las comores y inmediatamente ofreció
100.000 francos al primer pescador que le llevase un celacanto. A pesar de
haber repartido profusamente la descripción y dibujos del animal, recién se
capturó un segundo ejemplar el 20 de diciembre de 1952. Mientras tanto, el
profesor J.Millot, indignado porque el primer ejemplar se lo habían llevado
los ingleses aunque había sido capturado en territorio francés, hizo su
propia campaña de búsqueda. Dice Senet: ?Uno de sus ayudantes, especialista
en pesca y peces, M. Fourmanoir, se pasa cerca de seis meses en las Comores
describiendo incansablemente el pez, con la ayuda de fotógrafos, a todos los
pescadores de todos los pueblos y prometiendo tambien la inevitable prima de
100.000 francos. M. Fourmanoir se hace también pescador, pero sin ningún
éxito? (A. SENET, 1957 ?El hombre a la busca de sus antepasados?, Luis de
Caralt, Barcelona, cap. 5, págs 157-173). A pesar de ello, los nativos lo
conocían y le llamaban ?kombessa?. Cabe señalar que hasta muy recientemente
se conocían celacantos solamente provenientes de las Islas Comores, pero el
30 de julio de 1998  se capturó un ejemplar de una nueva población y que
parece ser una nueva especie (al menos por el color), en las Islas Célebes.
No hablamos de peces pequeños, mide un metro y medio de longitud y tiene
casi 30 k de peso. En este segundo caso, no fue un hallazgo casual, el
biólogo Mark V. Erdmann seguía su pista, mediante entrevistas con los
pescadores locales sabía que existía un gran pez llamado ?rey del mar? y que
era relativamente frecuente (Véase Quercus 156, Febrero 1999, páginas 40 y
41). Hay que considerar que si un animal no es muy frecuente y vive en
hábitats de difícil acceso, la llegada de un ajemplar hasta un Museo donde
haya especialistas que lo estudien no es fácil, los animales no llegan
automaticamente a los centros de estudios por su sola existencia!.

Si es por discutir acerca de animales que se consideraron ?fabulosos? y
ahora son conocidos por todo el mundo, baste recordar al ?okapi? o al
?gorila de las montañas?. Durante el siglo XIX los cazadores que volvían del
Congo hablaban de un animal grande con cabeza similar a la jirafa y cuartos
traseros con listas como las cebras, de acuerdo a relatos indígenas, que lo
conocían como ?okapi?. La mayoría de los zoólogos descartaban la información
como una leyenda local, pero sir Harry Johnston se empeñó en encontrarlo, y
lo halló en 1906 después de varios intentos (Richard Milner 1995
?Diccionario de la Evolución, Editorial Biblograf, Página 153). Otro caso
interesante de conocer es el del calamar gigante (Architheuthis), conocido
antiguamente como ?kraken?. Costó siglos para que se terminara de aceptar su
existencia y hubo casos de zoologos que fueron ridiculizados y persegudio,
cuya carrera su cortada por haber manifestado que el kraken podría tener
existencia real. La historia del kraken y los zoólogos perseguidos por los
fanáticos, como Pierre Denys de Montfort, muerto en la miseria en una calle
de Paris en 1820, puede leerse en B. HEUVELMANS 1975 ?Tras la estela de los
monstruos marinos?, Circulo de Amigos de la Historia, Madrid.

Por si no ha quedado claro, mi planteamiento es que el tema de la
?criptozoología? no tiene ninguna vinculación con los temas ?paranormales?,
que si el yeti u otro animal supuestamente legendario tiene una existencia
real, es tan de carne y hueso como cualquier otro animal conocido. Muchos
seres mitológicos fueron simplemente animales poco comunes observados de
paso y descritos en forma defectuosa: el ?unicornio? se basa sin duda en el
rinoceronte indio, las ?sirenas? son manatíes o focas, etc. En segundo
lugar, he planteado que frecuentemente se han encontrado grandes animales
desconocidos con anterioridad, como un nuevo rinoceronte de Viet Nam cuya
existencia se comprobó recién. Y en tercer lugar, que muchas veces se han
descubierto especies pertenecientes a grupos supuestamente extinguidos,
conocidos previamente solo por el registro fósil. En consecuencia, no se
puede descartar a priori, como simples imaginaciones o fraudes a todos los
animales cuya existencia no se ha comprobado.

En el curso de este debate surgió el tema del origen de las aves. Al
respecto, dije que podrían derivar de los dinosaurios, por supuesto que hay
muchas publicaciones en ese sentido, pero que aún es un tema que se debate
entre los especialistas. Véase por ejemplo ?un pájaro muy viejo?, Discover
en Español febrero 1998 pág 8, donde se comenta el hallazgo de
Liaoningornis. Al referirme a las ideas de H. Klatatsch (1899), que hacía
descender al hombre de mamíferos no primates y de Max Westenhofer (1935) que
suponía que la línea humana se había desprendido desde anfibios del
mesosoico, estoy aportando al asunto que debatimos porque esas referencias
demuestran que los paleontólogos que manifestaron opiniones del origen del
hombre desde no primates lo hicieron entre los años 1899 y 1935, a
diferencia de los que siguen manifestando sus dudas actualmente sobre el
origen de las aves. En cambio, las menciones a otros casos como el monstruo
del lago Ness, el nahuelito de Bariloche, el chupacabras, los duendes,
trasgos, hadas, los "grises" y otros seres que cuentan con una larga lista
de testimonios de gente que los ha visto o ha hablado con ellos, nada
aportan al tema.