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Re: [escepticos] El Niño prodigio
Me ha resultado muy interesante el artículo que escribió Cabrera
Infante sobre las influencias de la santería en las actitudes políticas
en Cuba. El texto me recuerda el realismo mágico de García
Márquez.
EL NIÑO PRODIGIO
Guillermo Cabrera Infante
El País - Madrid
Batista también veía visiones y creía más en los dioses que en Dios.
Le contó a Gastón Baquero (coterráneo, amigo y consejero consultivo)
que debía el éxito de su golpe de Estado del 10 de marzo de 1952
a la "luz de Yara". La luz de Yara es una creencia cubana de origen
aborigen. Batista debía entrar de madrugada (el madrugonazo era su
actividad política preferida) el cuartel general del ejército en el
campamento de Columbia por una de las puertas estrechamente
vigiladas. De pronto se decidió por la posta 6, donde el centinela
de guardia no sabía de la conspiración militar. Batista, vistiendo el
jacket (que se ponía en todas sus apariciones peligrosas, llevaba
en el bolsillo su pistola "con una bala en el directo".
Al entrar por la posta el centinela no pudo verlo porque lo
protegía y hacía invisible la luz de Yara, bien conocida en el oriente
de la isla, desde Banes, donde nació Batista, a Birán, donde nació
Fidel Castro. Seis años más tarde en 1958 entra en escena uno de
sus maestros de ceremonias preferido, Odilio Urfé, erudito de la
música cubana.
Urfé era un batistiano que confesaba estar en un cuarto de
espaldas a la puerta y cuando entraba Batista sabía que era él sin
siquiera volverse: anunciaba al falso general su halo irresistible.
En el verano de 1958, bajo petición batistiana y usando el dinero
que le había dado Batista para ese propósito Urfé organizó lo
que se llama en la santería "un gran Ekbó en la vecina villa de
Guanabacoa, uno de los centros espirituales de la santería.
Este Ekbó (o egbó como también se llama) tenía el propósito
de reunir a todos los santeros de Cuba en una petición a Olofi
(Dios para la santería) en el estadio de Guanabacoa. Fuimos
allá Tomás Gutiérrez Alea, Miriam Gómez y yo como curiosos
cubanos. Titón (así los llamábamos todos) era para mí entonces
más que un amigo, casi un hermano y como yo era un ávido de
la cultura popular habanera.
El estadio estaba atestado de prosélitos y babalaos, todos
vestidos de blanco de pies a cabeza.
La reunión de todos los santeros, algunos
venidos de Cárdenas, centro originario de la santería, era para
pedir a todos los santos que se detuviera el "río de sangre" que
anegaría la isla. Curiosa petición de Batista que era la causa
principal tanto de los horrores de su régimen como de la
existencia del terrorismo urbano y la guerrilla que se desplazaba
de la Sierra Maestra hacia el occidente de la isla.
Los tres dictadores que ha padecido Cuba republicana fueron
o son brujeros. El general Machado era también un creyente y al
fundar el parque de las Misiones, vecino del Capitolio, donde
residía el apenas segundo poder de la cámara de representantes
y del Senado machadista, ordenó sembrar una ceiba, que es el
árbol sagrado de la santería, y no una palma real, que siempre
fue el símbolo de Cuba independiente, desde inicios del siglo
XIX cuando fuera cantada por poetas y patriotas. Se dice que
Machado mandó a sembrar debajo de la ceiba un bilongo o
brujería mala dirigida contra sus opositores presentes y futuros.
Aparece el niño Elían en alta mar, flotando asombrosamente
vivo del naufragio que mató a su madre, ahora rodeado de
delfines. Rescatado del océano y de una muerte segura por
dos pescadores de alta mar americanos, Elián, (que pronto se
convertiría en el Niño Elián, precedido por un adjetivo más
que homérico, cristiano) fue recogido del mar y salvado del mal
por su familia de Miami.
La lancha que la madre de Elián usó para cruzar la terrible,
terrible corriente del Golfo (donde han desaparecido, según un
cómputo de la marina americana, más de 12 mil cubanos cuando
trataban de llegar a las costas de La Florida) se hundió sin dejar
otro rastro que una goma de camión que flotaba a la deriva
"con un muñeco dentro amarrado a su salvavidas". Era Elián
González, un niño que cumpliría seis años en Miami, que había
permanecido en el mar en la recámara de camión a la que su madre
lo había atado como recurso de salvación durante el naufragio.
Avisados sus parientes más próximos en Miami lo acogieron
como lo que era, el niño perdido.
PERMISO PARA UNA BREVE ANALOGÍA.
La Virgen de la Caridad del Cobre, también llamada la Caridad,
es patrona de Cuba. Bendecida por el papa cuando visitó su
santuario en el Cobre, cerca de Santiago de Cuba, hace apenas
dos años, se la conoce familiarmente como Cachita. (A las
vírgenes siempre el pueblo las apoda con cariño no exento
de respeto). La leyenda cuenta que la imagen de madera
policromada es la que reverencia todo el pueblo en Cuba.
Para muchos creyentes católicos no hay duda de que Elián es
la reencarnación del Niño de Atocha. La casa en que se celebró
el encuentro de las dos abuelas con el niño Elián fue la locación
recomendada por la secretaria de Justicia Janet Reno. La dueña
de la casa, Jeanne O´Laughlin, cumplió todos los requisitos
demandados por el gobierno de Castro y la misma monja
O´Laughlin era partidaria de que el niño fuera devuelto a Cuba.
Cuando cambió de opinión al observar el comportamiento de las
dos abuelas voces de libelo sonaron en La Habana. ¿Qué dijo
la hermana O´Laughlin?. Que las abuelas, un par de ellas,
se habían comportado con su nieto como presas del miedo,
ahora -más todavía el diablo para Castro- la monja O´Laughlin
confesó a la prensa que una de las abuelas había dicho que
quería ... ¡asilarse en Miami!.
En cuanto al extraño comportamiento de las abuelas con su
nieto ellas mismas declararon en La Habana que le habían hecho
bajar los pantaloncitos a Elián para comprobar su virilidad y
luego le hicieron sacar la lengua para mordérsela. Las abuelas,
como coartada, dijeron que eso era práctica normal de las
madres y las abuelas cubanas. Puedo jurar, sobre la Biblia que
ni mi madre, ni mi abuela ni mi bisabuela jamás me bajaron los
pantalones para saber si era varón -excepto, claro, al nacer-.
A no ser que este sea un juego erótico inventado en la Cuba
castrista, morder la lengua ajena es una práctica santera.
En todo caso las abuelas alegaron que sólo habían "seguido
instrucciones".
Cuando el niño Elián fue recibido por su familia de Miami
el padre no mostró ni ira ni siquiera asombro inicial. De hecho
se sabía que Juan González había entrado sin éxito dos veces
en la rifa del Departamento de Estado en Washington que
todos los años se celebra para dar visas de entrada a los
Estados Unidos. Las visas son 20.000, sorteadas entre más
de 500.000 solicitudes de cubanos deseosos de salir de la isla.
Además González había hablado con sus parientes de Miami
pidiendo que le cuidaran al niño: estaba, pues, enterado de
su partida. Después aparecería dolido y en ocasiones furioso-
de acuerdo por supuesto con lo que le soplaba Castro,
siempre tras su espalda-.
Hay una actitud del padre y de las abuelas que me extraña:
nadie, ni la abuela ni el padre de Elián parecen sentir la muerte
de la madre del niño ahogada en alta mar tratando de huir de
Cuba. Es decir, del régimen de Castro.
Ahora vuelven a un primer plano los santeros. Todos los
años la santería publica su horóscopo religioso. "Tiran los cocos",
efectivamente. Los cocos son cuatro pedazos de la nuez de un
coco que se riegan por el suelo y de acuerdo con su posición
(si caen coco arriba o coco abajo) los santeros predicen ahora
el futuro del régimen ligado a la suerte del niño que es para
ellos la reencarnación de Eleguá. Además la posición de los
cocos augura males para la tribu y peor destino para el jefe
-que no es otro que Castro.
Pero los santeros, en cuanto supieron la suerte de Elián
(un niño rescatado del mar salvado de los tiburones por la
aparición de delfines con los que jugaba, después de estar
48 horas en el mar bajo un sol, como dicen los españoles,
de justicia, no aparecía con quemaduras y las llagas que
tienen siempre otros cubanos fugitivos de Castro rescatados
del mar), declararon que el niño era un eleguá divino y que
si seguía en Miami, es decir, en el exilio, Fidel Castro
"se caía". Había que devolver el Eleguá a Cuba para
protección del dictador ateo que cree en todos los augurios.
Enseguida comenzaron los discursos de Castro, tronando
amenazante como siempre. En uno de ellos amenazaba,
¿a quién?, al presidente Clinton y le daba 72 horas para
que devolviera el niño. "Si no lo hacía", auguró a su vez,
"iban a desfilar millones en protesta". Castro, que hacía
poco había caracterizado a Clinton como "un débil", es
decir un flojo, vio pasar las horas y Clinton no apareció
en su horizonte político. Fue entonces que comenzaron
los desfiles donde aparecieron de pronto miles de
banderitas y lo que era otro milagro: las multiplicadas
camisetas con las calcomanías (o manía de calco) de la
cabeza del niño en cada pecho -o al menos en cada camiseta-.
No me pareció una nueva hazaña. Castro es especialista
en concentraciones voluntarias pero en marcha forzosa.
Lo que fue una verdadera proeza no fue llenar las calles
de La Habana sino vaciarlas ante el paso del rey de
España por las viejas calles cariadas. ¡Esa sí fue una
aparición por desaparición!. Digna del mago Houdini.
Pero los presagios de los santeros se hacían cada
vez más tenebrosos. Sin el Niño no habrá Castro.
¿Alguien se asombra de que ese antaño leninista crea
en la voz de la profecía?. Hitler, no menos materialista,
creía en los presagios de su astrólogo personal.
No eran las voces de la mitología germana, sino
las predicciones que convocaba su horóscopo.
Sobre todo al final de su ideología, de su guerra
y de su vida.
Hay que recordar que es Fidel Castro y su despilfarro
de vidas y haciendas lo que hizo huir a millones de
cubanos, dividiendo no sólo a las familias, sino a los
mismos cubanos. No reaccionó de manera tan furibunda
cuando una de sus torpederas embistió y hundió al
remolcador Trece de marco casi frente a las costas
cubanas. En esa catástrofe provocada murieron
40 personas ahogadas -entre ellas, diez niños-.
No se oyó ni un solo lamento oficial ante esta tragedia.
¿Por qué ahora tanto ruido y amenazas por la devolución
de un niño náufrago salvado de las aguas?.
La única explicación es la incoherencia de un hombre
que se debate ante lo inevitable: su desaparición
y el fin de su tiranía y de su vida.
Me preguntan si creo que el niño Elián debe ser
regresado a Cuba. Mi respuesta es siempre una pregunta.
¿Cómo puede estar de acuerdo un exiliado que ha huido
de Castro y se ha llevado consigo a sus dos hijas porque
no quería que vivieran donde la vida es cruel y corta?
Sería como pedir al Dante que volviera a atravesar su infierno.
El regreso del niño Elián a Cuba castrista sería condenarlo
a no tener leche que tomar una vez que cumpla siete años,
convertirlo en pionerito, un rito de pasaje, y tener que
aprender a leer con un abecedario que comienza no en
la A sino por la F (efe como comienza el nombre de
quien ustedes saben). Crecerá desnutrido, ignorante
y con un miedo paranoico ante el terror reinante donde
su conducta será escrutada por policías ubicuos que
terminarán con su paranoia terminal (el delirio de
persecución termina allí donde la persecución es un delirio)
pero no con su miedo.
La vida del niño Elián en Cuba será un futuro sin futuro.
Un cartón de la revista neoyorquina The New Yorker
presenta lo que es más que la sombra de una duda.
Un anciano venerable (sin duda un exiliado) le pregunta
al niño Elián qué querrá ser cuando sea mayor con
esta dicotomía: "¿Gloria Estefan o Buena Vista
Social Club?". Es una broma, por supuesto.
Pero para el niño Elián, un inocente que puede ser
condenado culpable, es algo más: una terrible
proposición inaceptable.
(Héctor) Dice Cabrera Infante que cuando se exhilió
lo hizo con sus dos hijas "porque no quería que vivieran
donde la vida es cruel y corta" y que si Elián regresa
crecerá "desnutrido, ignorante y con miedo"
Es evidente que Cabrera Infante ignora las estadísticas
que Castro le comunica a las NU sobre la expectativa de
vida en Cuba, que supera los 75 años, mucho más que
todo el resto de los países de América Latina.
Quiero aclarar que Eleguá, al que veo que se asimila
al niño Elián, es un orixá muy importante, aunque no
serio. Gusta de hacer travesuras. Pero es el que puede
abrir o cerrar caminos. En Cuba se usa invocar a Eleguá
cada vez que se comienza una representación teatral o
cualquier manifestación cultural, o se inaugura un
negocio (ahora que se han permitido algunas limitadas
actividades privadas es muy común). No hacerlo es
estar invocando al fracaso.