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[escepticos] Bunge-Escepticismo Cientifico.
Bunge-Escepticismo Cientifico. 1ra Parte
Este mensaje ya fue enviado a la lista Escéptica.
A petición de Pedro Gómez les envío algo que tal
vez sea de interés, sobre el Escepticismo Científico.
Y para que vean como los que somos escépticos también
tenemos nuestro "credo".
Los apuntes de conferencias de Mario Bunge los enviaré en
dos partes. Aqui les va la primera parte.
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El físico matemático Mario Bunge, es el principal estudioso
de la filosofía de la ciencia en la actualidad. Trabaja en
la McGill University. A continuación les presento algunas
notas fundamentales de su conferencia titulada Incredulidad
y credo de un escéptico, la cual dictó el 10 de noviembre de
1989, cuando visitó a México para contactar con la SOMIE
(Sociedad Mexicana para la Investigación Escéptica).
"Quienes simpatizamos con CSICOP (Comité para la
Investigación Científica de lo Presunto Paranormal) u
organizaciones similares solemos autodenominarnos
escépticos. Con esto queremos decir que adoptamos la
famosa duda metódica preconizada por Descartes, el
fundador de la filosofía moderna. La duda metódica no es
sino el desconfiar en un comienzo de lo que nos dicen, así
como de lo que percibimos y pensamos, poniéndola a prueba
mediante nuevas experiencias o nuevos pensamientos. La
duda metódica se opone a la credulidad o aceptación
ingenua de lo primero que percibimos o pensamos.
La duda metódica es el núcleo del escepticismo
metodológico. Este escepticismo debe distinguirse del
escepticismo sistemático o radical, que niega la
posibilidad de todo conocimiento y por lo tanto afirma que
la investigación es vana y la verdad inaccesible. Ambas
variedades del escepticismo critican la ingenuidad y el
dogmatismo, pero mientras el escepticismo metodológico nos
insta a investigar, el sistemático bloquea la
investigación y con ello, paradójicamente, conduce al
mismo resultado que el dogmatismo, a saber, el
inmovilismo.
El artesano y el técnico, el administrador y el
organizador, así como el científico y el filósofo
auténtico, obran como escépticos metodológicos aún cuando
jamás hayan oído mencionar este enfoque. En efecto, en su
trabajo profesional no son crédulos ni descreen
sistemáticamente de todo, sino que desconfían de toda idea
que no haya sido puesta a prueba y exigen el control de
los datos y la contrastación de las hipótesis: buscan
nuevas verdades en lugar de contentarse con un puñado de
dogmas, pero también tienen creencias.
Por ejemplo, el electricista hace mediciones y pone a
prueba su instalación antes de entregarla; el farmacólogo
ensaya la nueva droga antes de recomendar su fabricación
en masa; el administrador de empresas encarga una
investigación de mercado antes de lanzar un nuevo producto
a la venta; el editor da a leer los originales de una
nueva obra antes de imprimirla; el profesor pone a prueba
el aprovechamiento de sus alumnos; el matemático intenta
demostrar el teorema que ha ideado; el físico, el químico
y el biólogo revisan sus mediciones y cálculos, y diseñan
y rediseñan sus experimentos para poner a prueba sus
hipótesis; el sociólogo, el economista serio y el
politólogo estudian muestras de las poblaciones que
analizan antes de anunciar generalizaciones sobre ellas, y
así sucesivamente.
En cambio los teólogos y filósofos de escuela, los
economistas neoclásicos y los políticos mesiánicos, así
como los pseudocientíficos y los gurus de la
contracultura, se dan el lujo de repetir dogmas que o bien
son incontrastables o ya han sido refutados. Los demás,
quienes nos ganamos la vida trabajando con las manos,
produciendo o difundiendo conocimientos, organizando o
administrando empresas privadas o públicas, practicamos la
duda metódica. Este es un procedimiento metodológico y
moral. Creemos que es a la vez imprudente e inmoral
anunciar, poner en práctica o predicar creencias que no
han sido puestas a prueba o, peor aún, que han sido
refutadas fehacientemente. Puesto que tenemos fe en la
investigación y en la acción guiadas por la ciencia, no
somos escépticos radicales. Descreemos de lo falso y
dudamos de lo no confirmado, pero creemos en lo
contrastado, al menos por el momento, y estamos
convencidos del valor cultural, práctico y moral de la
búsqueda de la verdad. Somos, en suma, escépticos
constructivos.
El credo de un escéptico
Es imposible enjuiciar una idea en sí misma,
independientemente de un conjunto de ideas que se tome
como sistema de referencia. Al examinar una idea cual
quiera lo hacemos a la luz de otras ideas que no cues
tionamos por el momento. Por este motivo el escepticismo
radical es lógicamente insostenible. Por el mismo motivo
todo escéptico metodológico tiene algún credo, aunque sea
provisorio.
Por ejemplo, evaluamos un teorema matemático a la luz de
sus premisas y las leyes lógicas. Evaluamos una teoría
física según su coherencia lógica y pulcritud matemática,
así como según su armonía con otras teorías físicas y su
correspondencia con los datos empíricos pertinentes.
Juzgamos una teoría química según las leyes físicas que
presupone y según se ajuste o no a otras teorías y a los
datos experimentales pertinentes. Con las demás ciencias
procedemos de la misma manera. En particular, exigimos que
la psicología no viole las leyes biológicas y las ciencias
sociales respeten la psicología y concuerden entre sí.
Por añadidura, en todos los casos los escépticos
metodológicos o moderados presuponemos, aunque
habitualmente de modo tácito, que las teorías y los
métodos científicos satisfagan ciertos requisitos
filosóficos... Ellos son los siguientes:
(1) El materialismo científico, esto es, la hipótesis
según la cual todo lo que existe en realidad -a diferencia
de lo que imaginamos- es concreto o material. Por
implicación, no hay ideas descarnadas ni procesos que no
sean cambios en cosas materiales. (Esto no descarta la
posibilidad de que un cerebro vivo conciba ideas puras.
Sólo descarta que éstas puedan adquirir existencia
autónoma).
(2) El realismo científico, esto es, la hipótesis según la
cual el mundo existe por sí mismo y es cognoscible, aunque
sólo sea parcial y gradualmente. Por implicación, el
idealismo, el convencionalismo, el ficcionismo, el
pragmatismo y el escepticismo radical son falsos, peor
aún, son obstáculos a la investigación de la realidad.
(3) El racionalismo científico, según el cual toda idea y
todo sistema de ideas deben ser lógicamente coherentes y
deben someterse al examen crítico a la luz de otras ideas.
Por implicación, el racionalismo científico incluye no
sólo al escepticismo metodológico, sino también al
meliorismo gnoseológico, o sea, la tesis de la
perfectibilidad del conocimiento humano.
(4) El empirismo científico, conforme al cual toda
hipótesis acerca de cosas reales debe ser contrastable
mediante datos empíricos, ya directamente, ya a través de
otras hipótesis que a su vez sean contrastables
directamente. El empirismo científico se opone al
racionalismo radical, según el cual la razón basta para
conocer la realidad. También se opone al empirismo
ingenuo, según el cual todo dato empírico es irrefutable
y, por consiguiente, la experiencia es el tribunal de
última instancia. El empirista científico critica algunos
datos a la luz de hipótesis bien con firmadas. En rigor,
es tan empirista como racionalista: es racioempirista.
(5) El sistemismo científico, según el cual la colección
de los conocimientos humanos en un instante dado
constituye un sistema cuyas partes se sostienen o
debilitan entre sí. Por implicación, no hay ciencia
aislada: toda disciplina que no se relacione parcialmente
con algunas ciencias es una pseudociencia. Otra
implicación es que todo avance científico en un campo
puede tener repercusiones en otro. Una tercera implicación
es que el estancamiento o retroceso de una disciplina
puede detener el avance de otras ciencias. La moraleja
práctica es obvia: si queremos una cultura equilibrada y
floreciente debemos alentar la investigación en todos los
campos. Si se descuida las ciencias sociales se empobrece
nuestro conocimiento de la sociedad y con ello se disipa
la esperanza de mejorar la de manera eficaz e incruenta. Y
si se descuida las humanidades, en particular la
filosofía, se cultiva una visión miope y ciclópea del
mundo...
... En resumen, la verdad o falsedad de una proposición o
de un sistema de proposiciones no es absoluta, o sea,
independiente del resto del conocimiento cien tífico, sino
que es relativa al grueso de éste. La consecuencia que
esto tiene para el escepticismo es obvia, a saber, que no
es posible cuestionarlo todo el tiempo. Todo
cuestionamiento es parcial: ponemos en duda un trozo de
conocimiento dando por sentado un cuerpo de conocimientos
mucho más vasto. La duda siem pre es parcial, nunca total:
ponemos en duda esta o aquella idea científica. Por este
motivo, a partir de la constitución de la ciencia moderna
en el siglo XVII no ha habido revoluciones científicas
totales al estilo de las pensadas por T. S. Kuhn y P. K.
Feyerabend. Todas las revoluciones científicas que
siguieron fue ron parciales.
En otras palabras, el escepticismo del científico es
parcial y metodológico, no total y sistemático. El
investigador no es crédulo: no cree lo primero que percibe
o piensa, sino que lo somete a examen y, en particular,
busca posibles contraejemplos o excepciones. Pero tampoco
es un nihilista gnoseológico al estilo de Nietzsche o
Heidegger, sino que cree, al menos pro tempore, una gran
cantidad de datos experimentales y teorías científicas.
(Digo pro tempore porque siempre está dispuesto a escuchar
datos o razones que pongan en tela de juicio este o aquel
dato, esta o aquella hipótesis). En una palabra, el
escepticismo metodológico es constructivo, no meramente
crítico. La crítica no es sino un medio para alcanzar la
verdad...
... No todos mis compañeros de cruzada escéptica comparten
la totalidad de los cinco principios filosóficos que
acabamos de examinar sucintamente; la mayoría de ellos
cree que la investigación científica no requiere más que
el método científico. Yo creo que esta creencia es errada,
puesto que es posible aplicar el método científico a una
investigación no científica, tal como averiguar la
velocidad con que se mueven los fantasmas, la intensidad
de la acción del espíritu sobre la materia o el número de
difuntos que regresan del paraíso o del infierno. No hay
ciencia propiamente dicha sin un núcleo filosófico
materialista, realista, racionalista y sistémico, además
de una sólida base empírica.
Conclusión
Los escépticos metodológicos o científicos no somos
crédulos, pero tampoco dudamos de todo al mismo tiempo.
Creemos lo demostrado, ponemos en duda o en suspenso lo
que aún no ha sido probado y rechazamos cuanto no armonice
con el grueso del conocimiento científico.
Por consiguiente, el nuestro no es un escepticismo total y
desesperado, sino parcial y esperanzado: sustentamos
muchos principios y tenemos fe en la capacidad del ser
humano de avanzar en el conocimiento de la realidad.
Nuestra fe es crítica, no ciega. No creemos en
supercherías, pero creemos en teoremas bien demostrados,
experimentos bien diseñados y teorías bien confirmadas,
así como en axiomas coherentes y fértiles. Al mismo
tiempo estamos alertas ante la posibilidad de error y
autoengaño y creemos en la posibilidad de detectarlos y
corregirlos.
Personalmente, también creo en ciertas ideas generales,
básicas y fértiles que son de naturaleza filosófica: el
materialismo, el realismo, el racionalismo, el empirismo y
el sistemismo científicos. Estos principios no sólo son
confirmados por todo avance científico, sino que estimulan
las investigaciones de mayor aliento. Al mismo tiempo,
estos principios sirven para poner en duda cualquier
doctrina que los viole, al mismo tiempo que contradice
resultados científicos fundamentales.
Por ejemplo, no hace falta emprender investigaciones
experimentales para negar que se pueda hacer funcionar una
máquina con pensamiento puro, que haya cristales que
irradian energía psíquica, que se pueda hacer cirugía sin
bisturí ni rayos láser, que se pueda curar con palabras
mágicas o con soluciones de una parte en 10 a la 100 o
que haya teorías resuelvelotodo. Semejantes experimentos
sólo hacen falta para poner en evidencia a los charlatanes
y persuadir al público lego.
La pseudociencia y la pseudotécnica constituyen la versión
moderna del pensamiento mágico. Es preciso criticarlas, no
sólo para limpiar los cerebros de basura intelectual, sino
también para evitar que sus explotadores nos limpien los
bolsillos. Y para criticarlas no basta mostrar que
carecen de apoyo empírico, ya que se podría pensar que
éste podría producirse en el futuro; también es preciso
mostrar que esas doctrinas contradicen la filosofía
inherente a la investigación científica.
Por este motivo la crítica del pensamiento mágico, y en
particular de la pseudociencia y la pseudotécnica, es una
empresa común de científicos, técnicos, filósofos y
educadores. Dada la comercialización masiva de la basura
intelectual, así como la decadencia de la enseñanza de la
ciencia y de la técnica en numerosos países, si no ponemos
más empeño en esa empresa crítica, Homo sapiens será
totalmente desplazado por Homo ignarus."
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Saludos desde Cuba,