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[escepticos] Umberto Eco I
Como decía Benedetti, "la matusalénica edad no se le nota".
Hay otros dos artículos relacionados: "Lo sagrado no es una moda"(1979) y el
de renovada actualidad "Los suicidios del templo" (1978) Tal vez los envíe
más tarde. (cuando me funcione el scanner, que ando con conflictos de
resources y irqs) :)))))))
Mientras tanto, disculpen los posibles errores de tipeo, que son
indudablemente mios.
Marcela
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LA MÍSTICA DE PLANÈTE (1963)
¿Existen universos paralelos? ¿Es posible que mientras escribo este artículo
haya, en una dimensión limítrofe, otro yo idéntico a mí que está escribiendo
un artículo totalmente distinto, tal vez en otra lengua? Los redactores de
Planète estarían dispuestos a admitirlo. Y yo mismo --que a menudo he
coqueteado con esta idea leyendo los relatos de Frederic Brown-- estoy
tentado hoy de creerlo, por lo menos desde que he visto en el primer número
de Pianeta (edición italiana de la revista de Louis Pauwels) que formo parte
del grupo de sus asesores y colaboradores. Ahora bien, en la dimensión en
la que vivo (en el universo en el que aparece este artículo), siento la
necesidad de deslindar mi responsabilidad de la de los colaboradores de
Pianeta. No se trata de una observación de orden personal: el hecho privado
se convierte en ocasión para una puntualización cultural que es forzoso
hacer. Ante todo porque Planète representa un fenómeno digno de interés
(cien mil ejemplares vendidos en Francia: el primer caso de una revista de
lujo que se convierte en un hecho de masas), y después porque está concebida
y realizada con indudable inteligencia. Indicar los peligros de esta
inteligencia significa establecer si el planeta en el que la revista nos
invita a vivir debe ser también el nuestro, y hasta qué punto.
¿De qué se ocupa Planète? De todo. De todo lo que es descuidado por la
ciencia oficial y por las revistas normales, de todos aquellos aspectos de
la ciencia y de la seudociencia que nos abren una ventana a las nuevas
condiciones en las que estamos viviendo, y en las que quizá vivamos
conscientemente mañana. Así, Planète presenta en sus números ilustraciones
de las doctrinas orientales, panoramas de parapsicología, revelaciones sobre
sorprendentes descubrimientos bioquímicos, relecturas de textos ocultistas,
originales enfoques sobre fenómenos de la vida cotidiana que escapan a
nuestra reflexión, fragmentos de literatura excéntrica, especímenes de
ciencia-ficción de calidad, revelaciones acerca de momentos oscuros de la
historia, anticipaciones sobre las conquistas de la técnica. Un índice de
esta índole no tiene que poner necesariamente en guardia al lector riguroso:
los textos son siempre de óptima calidad, en su mayor parte se deben a los
especialistas más conocidos, las informaciones sobre asuntos técnicos no son
nunca fantasiosas, sólo están expuestas bajo la óptica mas insólita. Y ni
siquiera esta selección tan extensa es ecléctica y casual o dictada por
puras exigencias de variedad; en ella se subtiende una toma de posición
cultural precisa, que podríamos resumir en proposiciones como : el mañana ya
ha comenzado, se va delineando una situación planetaria que ha superado
ahora las barreras de la ciencia y de la política tradicionales; el mundo
del futuro, que se está diseñando en las propuestas y empresas de la ciencia
actual, será mas vasto, imprevisible, rico y poético de cuanto podamos
pensar; territorios insospechados serán conquistados por el ser humano, los
reinos ficticios que nos hacen entrever la magia o la cábala, la astrología
o la literatura de anticipación, podrán coexistir con los territorios
descubiertos por la ciencia; preparémonos, adaptémonos a esta nueva época,
aprendamos a leer en los fragmentos del presente el mas completo diseño de
un mañana distinto. Y, sobre todo, no renunciemos a ninguna sospecha, a
ninguna hipótesis. La tarea de la imaginación hoy es precisamente instaurar
una "valiente tolerancia de todo lo fantástico".
La hipótesis de Planète es, en justicia, aceptable: entre el obtuso rechazo
de una técnica, que todavía espera de nosotros un proyecto de
instrumentalización total, y el acto de fe en todas las posibilidades del
saber, escogeremos la segunda vía; entre el rechazo académico a las
hipótesis más vertiginosas, que sólo nuestra miopía podría considerar
desatinadas, y el gusto malicioso por una posibilidad sin límites, ¿por qué
no escoger este segundo camino tan humano?
Para estar de acuerdo bastaría haber conocido, como me ha sucedido a mí, a
Jacques Bergier, la eminencia gris de la revista: un hombrecito inverosímil,
absolutamente fascinante, que después de haber combatido en el maquis, de
haber sobrevivido al campo de concentración, de haber localizado y señalado
la base de Peenemünde al Intelligence Service, se pasa ahora la vida
elaborando hipótesis menos verificables, ideando universos lógicos donde sea
imposible sumar dos más dos, estudiando un código informático para los
perfumes, psicoanalizando los cerebros electrónicos y exhibiendo su profundo
conocimiento de la literatura de suplementos de cualquier parte del mundo...
De una conversación con Bergier se sale convencido de la absoluta necesidad
de ser curioso, intelectualmente temerario; se empieza a sospechar que la
verdadera ciencia nace de esas inspecciones de la fantasía a los límites de
lo increíble y que se nutre de ello. Parecería entonces legítimo que una
revista como Planète se preocupase de procurarnos, periódicamente, un
material curioso con el que alimentar nuestra imaginación. Salvo que el
arma más terrible de que dispone Bergier --y la condición de su equilibrio--
es la ironía. Traten de comprender si cree o no cuanto está diciendo... La
sospecha de que todo sea verdad va acompañada constantemente por la sospecha
de que todo sea falso. Después vendrá la investigación y la verificación.
Léase ahora El retorno de los brujos, la obra de Bergier y Puwels. Se
advertirá que la gran cualidad de la que carece este libro es precisamente
esa ambigüedad debida a la ironía. En El retorno de los brujos (que es una
especie de Biblia y de manifiesto programático del que Planète es la
encarnación periódica), la posibilidad de la pluralidad de los mundos
habitados, el origen extraterrestre de nuestra ciencia, la inminencia de una
mutación de la especie humana en una dirección parapsicológica, y la
realización de las hipótesis de ciencia-ficción se presentan como cosas
creíbles y creídas. Después de haber conocido a Bergier, sólo nos queda una
hipótesis: en el connubio Bergier-Pauwels, la propuesta de Bergier "todo
podría ser posible" se convierte en "todo es posible".
No es poca la diferencia. Sospechar que todo puede ser posible significa no
renunciar a ninguna pista de investigación, pero aceptando también la
posibilidad de que, si un camino aparece como bueno, otros pueden
configurarse como inútiles. Pero decir que todo es posible, significa
afirmar que todo es cierto, y es cierto todo junto, tanto el yoga como la
física nuclear, la elevación de los poderes psíquicos como la sociedad
cibernética, la abolición de la propiedad privada y la ascesis mística. Y
esta actitud, que ya no se llama curiosidad intelectual, sino sincretismo,
es propia de las épocas de transición y es curioso que sea adoptada por
Planète, que afirma que no vivimos en absoluto en un período provisional y
de paso, sino ya y directamente en la "cuarta época", que si no es la edad
de oro de la Égloga cuarta de virgiliana memoria, tiene por lo menos sus
mejores características.
Consideremos atentamente que cuando Planète nos recomienda no descuidar
nada de cuanto sucede a nuestro alrededor y estar atentos a los resultados
de la antropología, de la física, de la astronomía, de la sociología o de la
teoría de la información, dice cosas justas. Pero estar atento no quiere
decir reunirlo todo y asumirlo todo como bueno, como si la tarea hubiese
terminado ahí, Por el contrario, quiere decir comenzar a partir de ese
punto y ver si, en una nueva situación cultural, es posible de algún modo
reconstruir en forma crítica cierta totalidad del saber. La diferencia es
la misma que hay entre una suma algebraica y un puro amontonamiento
adicional de elementos heterogéneos: en álgebra (a + b) (a - b) da (a2 -
b2). Es una nueva forma construida críticamente traduciendo los datos de la
primera. Pero si sumo tres caballos, ocho conceptos, una máquina de
escribir y una píldora anticonceptiva, seguimos teniendo tres caballos, ocho
conceptos una máquina de escribir y una píldora anticonceptiva. No ha
sucedido nada nuevo. Sólo ha ocurrido que ahora creo haber comprendido el
mecanismo de lo real; en cambio no lo he comprendido, porque he asumido en
bloque las cosas como estaban, las he hipostasiado en una noción fabulosa de
"realidad" y no he movido un dedo para operar sobre ellas.
Creo que el vicio secreto de Planète es estar de este lado de la
intervención operativa. En la presentación de la edición italiana, Angelo
Magliano intenta convencerse de que el momento histórico que estamos
viviendo es positivo, de que la técnica puede producir mayor humanidad y
mayor justicia; y tiene perfectamente razón. Que todo está cambiando, y que
hay que levantar acta de ello: lo suscribimos. Que no hay que tener miedo:
porque incluso la bomba atómica, que parecía un instrumento de muerte, ha
mostrado su aspecto positivo y se ha convertido en un resorte de la paz. Y
aquí queremos reaccionar: porque es cierto que la bomba atómica, a través
del equilibrio del terror, ha abierto perspectivas de coexistencia, pero no
porque los ciclos cósmicos hayan danzado su optimista danza de progreso,
sino porque, en este orden: 1) doscientas mil personas han muerto para
obsesionar nuestro sueño; 2) Einstein, Oppenheimer y Eatherly han
testimoniado; 3) Bertrand Russel ha llevado a millares de jóvenes ingleses a
sentarse en el suelo; 4) personas de todo el mundo han constituido comités
para el desarme; 5) Kennedy y Kruschev iniciaron cierta política y, por
tanto, cierto tipo de intervención activa sobre los hechos.
Entonces no es verdad que todo sea bueno, que todo sea posible, que todo
sea cierto, puesto que son las operaciones humanas las que constituyen los
valores y el sentido de las cosas.; en determinadas circunstancias
históricas, quien se muestra lo suficientemente sensible y críticamente
avisado para intuir que todo podría llegar a ser bueno, todo podría ser
posible y todo podría resultar cierto, hace una elección: y hace que sean
buenas, posibles y ciertas sólo algunas cosas.
Se objetará que éste es un discurso un poco burdo: Magliano dice claramente
que Pianeta no quiere hacer filosofía, sino sólo proveer material para
estimular nuestra imaginación. Pero en el mismo número, Pauwels lo
desmiente: la tarea de Planète quiere ser la tarea filosófica de una
Universidad Paralela, de una Escuela Permanente, de una nueva Enciclopedia.
Si esta enciclopedia de lo fantástico fuera sólo un instrumento de trabajo y
entretenimiento para una élite de estudiosos que buscan fuera de sus propios
campos específicos ocasiones para ensanchar los horizontes de la duda, no
habría nada de malo en ello. Personalmente, leo siempre Planète con mucho
placer y, considerados individualmente, muchos de sus ensayos son muy
válidos. Pero Planète ha llegado a ser en Francia (entre nosotros aún no se
sabe) un fenómeno de masas: por consiguiente, no es ya un estímulo para
espíritus refinados, sino un mensaje para quienes esperan una
sistematización de los datos. Es una invitación a la contemplación pasiva
de lo posible para quienes ya sospechan, por pereza o desconfianza, que las
propuestas operativas de otro género pueden ser fraude o formulismo. En
este sentido Planète se convierte en la cómoda vía de evasión para los
autodidactas de lo oculto, una peligrosa universidad del populismo
metafísico.
¿Por qué el nazismo? Porque Hitler creía en la teoría del hielo eterno y
de la concavidad de la Tierra, nos dice Planète : jamás lo habíais pensado,
y sin embargo esto lo explica todo. Es posible. ¿Pero la revista Planète
no ha considerado jamás la idea de que el nazismo realizaba, en unas
condiciones históricas precisas, las aspiraciones de una clase dominante a
la cual las fantasías acerca de la concavidad de la Tierra podían venirle
bien, a condición de que los acontecimientos tomasen un curso determinado?
A fuerza de pensar que todo es posible, se corre el riesgo de ocultar lo que
realmente ha sido posible y se ha podido comprobar.
(1963)
Eco, Umberto. La estrategia de la ilusión. Barcelona: Editorial Lumen,
1999. p.p. 89-93