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[escepticos] 'Nuestra' guerra.



Que es hora de olvidar. Me inquietan los últimos escritos de Elisenda y
Ramón, porque todo eso debe olvidarse. Conviene así, en bien de futuras
generaciones. Azaña deseó una nueva España de 'paz, piedad y perdón' para
después de la guerra, y el perdón es difícil sin el olvido. A pesar de que
hace ya ¡63 años! que terminó 'nuestra guerra', el recuerdo sigue vivo.
Desde que murió Franco, se han rehabilitado las sepulturas de los vencidos,
y se han abandonado muchas de las de los vencedores -el cementerio de
Paracuellos es un ejemplo claro de esto último-. Pero ya está bien. No
quiero que el péndulo siga batiendo en un sentido y en otro. Los muertos han
enterrado ya a sus muertos. Los odios directos han desaparecido con sus
portadores humanos, pero seguimos recordando -como en mi familia- que a mi
padre no lo alistaron por tener ya dos hermanos en el frente, que uno
combatió en Brunete con el Requeté, y el otro sobrevivió, malherido, a una
ametralladora en el Ebro, que el abuelo y un tío de mi mujer fueron
asesinados -qué más da por quién, si todos los asesinos son iguales- en una
cuneta, como tantos españoles...

A ver si llegan ya tiempos de olvido. Contaba mi abuela materna que su
abuelo, siendo niño, vió a Bonaparte cuando los 'cien días', a su vuelta de
Elba. La historia, de ser auténtica, se fue hinchando en detalles con el
tiempo, y en la versión que yo escuché, mi tatarabuelo habría espiado, una
noche en el campo, escondido en una acequia, a Napoleón, que meditaba al
calor de una fogata encendida por sus soldados en vivac. Siempre según la
inflada leyenda familiar, el emperador le había mirado, y hasta sonreído...
¿Será verdad? Seguramente no. Pero qué más da... En su día relaté -como
corresponde en una tradición oral- la misma historia a mis hijos, que no han
hecho ni caso, y que la habrán olvidado ya. También les conté las peripecias
de la familia en el 36-39, añadiendo que -muchos años después, claro- a mí
mismo me miró Franco una vez, a menos de un metro, aunque no me sonrió...
Tampoco me han hecho mucho caso. Y también lo habrán olvidado. Y no lo
contarán a sus hijos. Mejor así.

Saludos

Javier Susaeta