[escepticos] Extraterrestres, dioses y chalados

["Vicente Prieto" <prietovicente@...>]

Hola a todos:

Revisando los periódicos, de vez en cuando aparecen "perlas" maravillosas 
como esta. Aunque debo reconocer que he ido a lo fácil, porque el diario "La 
razón" es uno de los periódicos más divertidos que hay en España, vamos que 
me rio más que con la revista "El jueves" :-D

Que lo disfruteis ;-)

saludos

Vicente

Posdata.- Este tipo acabará de tertuliano en "Crónicas marcianas" :-DDD

http://www.larazon.es/tribunalibre.htm#¿Dioses,%20ángeles%20o%20extraterrestres?

¿Dioses, ángeles o extraterrestres?

Pedro Gustavo ABAD
Tuve el honor, hace años, de enfrascarme en el estudio de la teodicea 
tomista. Pero pese a la riqueza de ideas y definiciones del Aquinate, mi 
mente se perdía al enfrentarse a los conceptos «Dios» y «dioses»: el Dios 
único de cristianos, judíos y musulmanes (monoteísmo) y la pléyade de dioses 
(politeísmo) de los panteones egipcio, hindú, celta, griego y romano 
atestados de divinidades de todo calibre ¬sólo en el hinduismo se cuentan 
unos trescientos mil¬. Mi asombro y turbación subían de tono al descubrir en 
la Biblia los castigos que Jehová infligía a los hebreos por adorar ídolos 
creados por la mano.
  Pero llegó el momento de la verdad. Varios de los temas de oposiciones 
que hube de digerir para acceder a una cátedra de latín versaban sobre el 
indoeuropeo, lengua madre del sánscrito, idiomas germánicos, eslavos, persa, 
celta, latín y griego. Se encendió entonces una tenue lucecita en mi 
cerebro: a partir del vocablo ario «DI», alcancé a resolver el enigma que me 
había devanado los sesos. Quizás sea una visión fragmentaria y muy personal 
del milenario problema ¬no soy doctor en filosofía¬, pero supo despejar de 
un plumazo el acervo de dudas que habían estado acosando mi intelecto. Me 
explico: el vocablo «DI» de marras significa en indoeuropeo «luz». Al pasar 
a las lenguas hijasse diversificó en «dies» (en latín, espacio de tiempo con 
luz»); «deva» (sánscrito), o «theos» (griego), «deus» (latín) son términos 
que designan a los «seres de luz», o sea, ángeles o extraterrestres dotados 
de tremendos poderes preternaturales.
  Comprendí, en ese preciso instante, lo que la Biblia, la Torah y el 
Talmud, así como el Corán toman por ángeles. Egipto, Mesopotamia, Persia, 
celtas, germanos, griegos y romanos adoraron a seres extraterrestres que, 
según ciertas doctirnas perdidas en la noche de los tiempos ¬¿Cuidado! No 
quiere esto decir que comulgue con tales doctrinas; pero reconozco que, como 
hipótesis de trabajo, se apoyan en algo muy cercano a la Verdad y 
desentrañan no pocos misterios¬ transformaron, en laboratorios de técnica 
muy avanzada, un cierto número de primates del planeta Tierra en seres 
dotados de inteligencia y libre albedrío.
  ¿Quiénes eran esos extraterrestres o dioses? Tenemos sus nombres: «Pta» 
es el equivalente egipcio del griego «Zeus», del romano «Jupiter» y del 
germano «Odin». El que más ha convivido con los humanos es el egipcio 
«Horus» (dios vengativo, cruel y sanguinario) que se corresponde con el 
griego «Ares», el romano «Marte», el «Thor» germánico y el «Jehová» hebreo. 
De acuerdo con la más pura tradición ocultista respaldada en parte por los 
manuscritos del mar Muerto, «Horus» fue el último dios o extraterrestre en 
abandonar la Tierra. De eso hace ya unos diez mil años. Pero está previsto 
que regrese aquí con el resto de dioses y diosas para poner orden, de una 
vez por todas, en esta desquiciada humanidad... allá por el año 2025 de 
nuestra era. A mi entender deberíamos pues reservar para el «Dios» único, 
omnipotente y omnisciente el concepto de «El Altísimo». A los seres que, por 
designio del Altísimo, colaboraron como demiurgos en la excelsa obra de 
crear y velar por el ser humano les aplicaría cualquier apelativo menos el 
de «dioses».
  Yo me profeso católico apostólico romano... Pero creo que debería 
hacerse, de forma desapasionada, una profunda revisión semántica y 
filológica de ideas y vocablos que resultan yatrasnochados con el fin de 
evitar, de una vez por todas, que corran más ríos de tinta y sangre inocente 
a causa de una interpretación maniquea de ciertos conceptos sagrados.

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