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Re: [escepticos] Aislamiento y SIDA ERA [escepticos] Más sobre Cuba yel SIDA



Alberto Villa ha escrito:

> > > El aislamiento del enfermo NO ES NECESARIO en ningún sentido. Basta con
> las
> > > medidas de protección archiconocidas ya, y que no impiden ni el contacto
> > > íntimo siquiera. Los que siguen pidiendo el aislamiento son los mismos
> que
> > > se aterrorizan sólo con pensar en rozarse con un enfermo,
>
> Voy a hacer una pregunta que me suena horrible, mas allá de que no es
> necesario, ¿sirve el aislamiento como medida de contención de la epidemia?.
>
> Saludos,
>
> Alberto Villa

Te contesto Alberto, así como a Mig y a quienes pareciera que
propugnan la aislación de los enfermos de SIDA,
con un artículo que publiqué en el diario La Capital
sobre el tema de los niños con Sida en las escuelas. Como comprobarás
al leerlo, mi mujer y yo tuvimos mucho ajetreo con esa cuestión.
Asimismo con el hecho de que a los presos enfermos con SIDA se los
tenía encadenados a su cama del hospital. En este última caso, pese
a todos los insultos y amenazas conseguimos que se terminara
con esa práctica en la Argentina. Obviamente recibimos también muchos
apoyos que siempre agradeceré y fundamentalmente
el de Rigoberta Menchú, (premio Nobel) quien le mandó a
mi mujer de regalo un cinturón indígena tejido a través de
su apoderado en la Argentina, el Dr. Serrano.
Para que los españoles entiendan la historia inicial se refiere a
una que fue muy popular en mi niñez. Se refería a una maldición
que consistía en que el séptimo hijo varón en los días de luna
llena se transformaba en lobizón, y entonces daba muerte a
quien más odiaba y a quien más quería. Tuvo tanto arraigo
que para neutralizarla se estableció la norma de que el
Presidente de la nación apadrinaba al séptimo hijo varón,
era becado y tenía ciertas prerrogativas. Además tendía
a animar a las familias a tener muchos hijos para poblar un
país casi desierto como era aún en el siglo pasado.
Yo hago como que no recuerdo bien la historia y digo
que el pobre tipo en cuestión huye para no recibir la
medalla, siendo que en la novela era perseguido por la
policía que lo quería matar por ser el lobizón.
Fue publicado en el día del maestro, por eso se titula así.

    ¡BUENOS DÍAS, SEÑORITA MAESTRA!

 Bernardo de Bustinza y su compañía de radioteatro estaba en gira
por los pueblos con su gran éxito de aquellos tiempos: Nazareno Cruz
y el lobo. Quince actores en escena, canto, guitarra y pericón nacional.
 El salón de cine, teatro y baile de la Sociedad Italiana de Carcarañá
reventaba de tanto calor y emoción. ¿Quién no se compadecía de las
desventuras del Nazareno?. Por ser el séptimo hijo sufría la
maldición de ser apadrinado por el presidente.
Y la paisanada sabía muy bien en ese entonces cuántos presidentes
habían sido malos, con sus apretadas de cinturón e inviernos que pasar.
 En escena, el sargento Chirino lo perseguía para obligarlo a
recibir la medalla.
Los chicos de la escuela apoyábamos al Nazareno señalándole
a los gritos por dónde escapar, porque Chirino
representaba la autoridad y el pueblo se solidarizaba con los
perseguidos, siguiendo el ejemplo del Santos
Vega y el Martín Fierro.
 Sin embargo, para nuestra indignación, cuando los artistas
salieron a saludar, mucha gente aplaudió a Chirino.
Nosotros no cambiamos de bando y lo seguíamos silbando.
No nos engañaba con la cara de bueno que ponía.
 Ya en el colegio, la Srta. Nelly Merindol, de la que estábamos
orgullosos porque era la maestra más linda y joven de la escuela,
nos explicó que se necesitaban actores para todos los papeles,
y que algo similar ocurría en los Tribunales.
La justicia necesitaba que hasta el acusado del peor crimen
tuviera un defensor que investigara la posible inocencia, señalara
las circunstancias atenuantes e hiciera respetar sus derechos.
 No se lo discutimos, porque sus palabras eran siempre sabias
y buenas como las de Jacinta Pichimahuida, pero entre nosotros
nos juramentamos estar siempre del lado de los buenos.
Jorge De Biassi y yo, que queríamos ser abogados, defenderíamos
a los inocentes, Alicia Hamson, como psicóloga, atendería a
los sanos y Dora Oberto, que soñaba con ser maestra,
le enseñaría a los estudiosos.
 A ese niño que hubo en mí le tengo que confesar que no he
cumplido con el juramento, porque en el reparto me tocó
defender a los sucios, feos y malos de la película.
Pero como buen hijo de gallego porfío que no, que son
limpios, lindos y buenos.
 Pasa que los tiempos modernos golpearon la puerta.
Un primo falleció de SIDA y su hijita Micaela tenía la misma
enfermedad. En un primer momento hubo pánico en la familia.
Luego vino la reflexión y una consulta médica que nos
tranquilizó: No había ningún peligro, nuestros hijos podían
compartir los juegos con su primita enferma sin problemas.
Por reacción estrechamos los vínculos aún más que antes,
pero haber sentido miedo nos hace ser comprensivos con
quienes lo tienen.
 Tratamos de conseguir escuela para la niña. La inscribimos y,
creyendo necesario actuar honestamente, le advertimos a la
directora sobre la enfermedad de la niña y aparecieron
inmediatamente los inconvenientes que antes no existían.
Esa situación se repitió una y otra vez hasta que acertamos a
recurrir a la escuela nº 86 José Manuel Estrada.
La directora preparó un curso de esclarecimiento para
docentes, padres y alumnos y Micaela pudo tener una de
las pocas alegrías de su corta vida: Ir como una niña más a
la escuela de todos.
 Pero esa enfermedad da pocas treguas a los niños, que
aún no tienen desarrollada sus defensas, y tuvo que ser
internada por largos períodos en el Hospital de Niños
Víctor Vilela, (¡qué orgullo para los rosarinos tener un
hospital así!, ¡qué maravilla de solidaridad y calidez tienen
todos los que allí trabajan!).
Hasta su camita llegaban los dibujos que le enviaban sus
compañeros de escuela. Ella miraba ensimismada esos
colores y trazos hechos por quienes tienen padres, alegría y salud.
 Ahora ya no está. Tuvimos que cargar su leve cajoncito,
desbordante de flores, entre las que era la más hermosa de todas.
 Su abuela Nelly, como forma de mitigar su dolor, ha fundado
una organización para ayudar a las familias que sufren ese mismo
problema, y en cuatro meses otras tantas madres han pedido
socorro porque sus hijos presos, gravemente enfermos de SIDA,
estaban esposados a sus camas del hospital, ante la
indiferencia y falta de soluciones de quienes son responsables.
 En la actualidad, si volviera Bernardo de Bustinza y su radioteatro,
temo que la mayoría de la gente "decente" apoyaría al sargento
Chirino contra Nazareno Cruz. "Por algo será", escuché decir,
cuando se comentaba la situación de los presos enfermos,
repitiendo las mismas palabras que decían cuando se llevaban
a sus vecinos durante el proceso militar, sin entender que los
gauchos retobados del siglo pasado fueron los desaparecidos
de aquel tiempo y en la actualidad estos jóvenes sin trabajo,
que han crecido en los barrios pobres casi sin otra salida que
la droga, en poco tiempo pasarán a ser los desaparecidos del
90 por obra y gracia del gran represor actual, el SIDA.
 Entre tantas amarguras, me ha reconfortado una cartita de
aliento que me mandó mi maestra de aquel
tiempo, la Srta. Nelly Merindol. No se da cuenta que me he
vuelto malo, feo y hosco. Ella, que sigue siendo tan linda y
buena como antes, se cree que debajo de mi facha actual tengo
el mismo corazón que conoció hace tantos años.
 Me duele desengañarla. Hasta me da ganas de reprocharle
que haya permitido que me creyera que el
mundo era como esa escuelita de pueblo, donde a los niños
pobres como yo, los trataban con el mismo cariño que a todos,
ese nido tibio en el cual se calmaba toda angustia, donde toda
ternura era contenida.
Emocionado, sin saber qué decirle y para salir del paso,
sabiendo que hoy es su día, me despido de ella, de
las maestras que tuvo Micaela y de todas, todas las maestras,
con el saludo formal pero lleno de fervoroso amor que
decíamos todos los días: "¡Hasta mañana, señorita maestra!".

* El autor es el abogado de la Secretaría de Ayuda a las Familias Afectadas por
el SIDA (dependiente de ORALP - Opción Racional ante la Pseudociencia)

Quiero decirles a ustedes en confianza algo que no quise
publicar en el diario. Se trataba de un primo de mi esposa
con el cual no teníamos trato por problemas familiares.
Cuando se supo que él y su hijita de cuatro años tenían el
virus fue abandonado por su único hermano que nunca más se
acercó a él. Mi esposa y yo tuvimos que salir a cualquier
hora del día o de la noche para ayudar a la abuela de la
niña cada vez que había alguna emergencia.
Consultamos un médico, porque si bien siempre hemos
querido ser solidarios no podíamos arriesgar a nuestra
hija, que tenía en ese tiempo la misma edad que la
niña enferma.
Nos aseguró que no había ningún riesgo.
En una ocasión le festejamos el cumpleaños a nuestra
hija y le previnimos a todos los padres de los niños
invitados que concurriría una niña portadora del virus.
El payaso que contratamos tuvo que actuar solamente
para mi hija, su primita y un sólo niño más.
Los otros presentaron distintas excusas para no
concurrir.
                                    Héctor
En razón de mi acercamiento a las familias que padecían
el flagelo, me enteré de que en Cuba se confinaba a los
portadores del virus en la isla de Pinos. Fue mi primer
contacto con la barbarie con que se trataban los
problemas sanitarios allá.