Me ha hecho recordar la diferenciación entre apocalípticos e integrados
que
hacía Eco; mientras a Napoleón se le suele poner la etiqueta de
"estadista",
o de "militar", o incluso de "propagador de ideales de libertad" (y con su
punto de razón, no hay que negarlo), a Robepierre se le suele poner
invariablemente la etiqueta de cazador de cabezas. No se puede negar
también
el punto de razón, ya se sabe que la realidad suele tender a ser
poliédrica,
pero desde luego en este caso es una clamorosa injusticia.